jueves, 8 de noviembre de 2012

Respuesta a dos cartas de extremeños

Me siento obligado a responder a diversas cartas que han surgido últimamente en la web por parte de extremeños que han emigrado (Gran carta de un extremeño y Carta abierta al señor Fernández Vara).

Mi padre, mis abuelos y toda la familia a partir de ahí son y han sido extremeños. Yo no nací en Extremadura pero desde muy pequeño he ido con mucha frecuencia al pueblo de mi padre lo que me ha hecho querer a Extremadura como si fuera mi propia tierra (cosa que no puede decir el autor de la segunda carta que afirma con orgullo que sólo ha visitado Extremadura 6 veces en 34 años).

En ambos casos presentan una Extremadura que no se parece en nada a la que yo conozco, sobre todo la primera carta. Dibujan una Extremadura que tristemente me recuerda al documental de Buñuel "Las Hurdes, tierra sin pan". Una farsa de la que también quiero hablar y que ha hecho mucho daño a la imagen de Extremadura.

Lo primero que hay que dejar claro es que creo que se ha tergiversado lo expresado por el señor Fernández Vara. Cuando dijo que Cataluña devolviera a los emigrantes extremeños se refería a que Cataluña tiene que reconocer que gran parte de la población que actualmente vive allí son emigrantes o hijos de emigrantes y que si Cataluña es hoy lo que es fue gracias a esa mano de obra barata importada de otras regiones de España. Tal vez se ha tomado al pie de la letra esa declaración pero lo que pretendía el señor Fernández Vara es que se reconociera el esfuerzo extremeño en construir la Cataluña de hoy y el pasado extremeño de gran parte de su población.

La primera de las cartas, de un tal Pedro Asenjo, nos muestra a una Extremadura con "señoritos" esclavizando al pueblo llano, pues bien, mi abuelo que vivió en los años 30, 40 y 50 en el pueblo no trabajó para ningún señorito, se ganaba el pan como pastor o labrando el campo o haciendo labores de monte. De hecho las familias de mis abuelos poseían terrenos y cultivaban y vivían perfectamente. Que yo sepa ninguno tuvo que ir a buscarle agua al señorito a la fuente. Ninguno sufrió la humillación que dice el autor de esta carta. Quizás sí la miseria, pero no una miseria diferente a la que se vivía en otras zonas de España en aquella época. Tengo que decir que me da una gran lástima que el autor de esta carta haya decidido que su pasado extremeño sea una humillación, ¿humillación por qué? Por no pertenecer a la burguesía catalana de los años 40 o 50, por no saber hablar catalán desde que nació. Bueno, dudo mucho que un catalán sepa hablar una sola palabra de Valverdieru, Panocho (hablado en algunas zonas de la huerta de Murcia) u otra lengua de las muchas que se hablan en toda la geografía española. Para ser una gran persona hay que aceptarse y aceptar el pasado de uno mismo para conocerse mejor y a partir de ahí avanzar.

En cuanto a la segunda carta debo decirle al señor Abel Robledo, autor de la misma, que si sólo ha visitado Extremadura 6 veces en 34 años, le compadezco enormemente. También le compadezco por la idea que tiene de Extremadura al decir aquello de que se ha planteado invertir en el mismo para generar algún puesto de trabajo para que ningún otro joven tenga que vivir lo que vivió su padre con 15 años. Por favor, mi padre vivió en Extremadura con 15 años (y contando con que tengo la misma edad que Abel Robledo quiero entender que hablamos de la misma época) y cuenta maravillas del pueblo, maravillas que me han hecho volver año tras año para ver si podía revivir alguna (y tengo que confesar que alguna sí que he vivido, aunque no todas las que quisiera).

En ambas cartas tengo la sensación de que los autores han decidido enterrar bien profundo su origen extremeño, olvidar su pasado y tratar de encajar en una sociedad que ha tendido a exacerbar  todo aquello que le diferenciara de sus vecinos, dejando por el camino los puntos de unión. Un pueblo es grande cuando se convierte en tolerante, cuando acepta su pasado y acepta en su cultura el enriquecimiento que produce la mezcla.

Por último, una pincelada al famoso documental de Buñuel. Me parece una farsa, una gran mentira, este documental. Me hubiese gustado que el mismo documental se hubiese realizado en Tresviso o en algún otro pueblo aislado de nuestra accidentada geografía. Quizás los resultados no habrían sido muy diferentes, o quizás habrían sido peores.

En definitiva me parece muy mal la imagen que se da en ambas cartas y en el documental sobre Extremadura. Me da la sensación, confirmada en la carta de Abel Robles, que no se conoce para nada Extremadura y de que existe un halo de vergüenza por provenir de un pueblo extremeño o de un pueblo en general.

PD. Por lo que respecta a la balcanización del asunto mencionada en la carta de Pedro Asenjo, prefiero no hacer comentarios incendiarios, pero haberlos haylos y quizás los exprese en otro blog.

1 comentario:

Ivaj "El Gelfing" dijo...

Los charnegos resentidos son lo peor... vengo de una familia que vivió una situación similar a la tuya (pero en Murcia) y un tanto de los mismo. Agricultores que vivían de sus tierras, las únicas penurias que sufrieron fueron consecuencia de una Guerra Civil (como todos los españoles).
Al pueblo donde resido vienen muchos charnegos todos los veranos, ya que muchos calasparreños emigraron a Barcelona para ganarse la vida y tienen un complejo de superioridad increíblemente molesto. Consecuencia de una cultura pobre y un buen lavado de cerebro (sistema educativo catalán)